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Desmontando al separatismo (I): ¿Por qué yo fui separatista?

13/05/2020

Sin haber sabido convencer, los patriotas hemos provocado un refuerzo de las tesis independentistas

Muchas veces, desde el ámbito patriota, a la hora de enfrentarse de forma heroica y valiente contra el separatismo, y contra aquellos que lo justifican desde la ambigüedad (me refiero a gran parte de la izquierda indefinida española, asumiendo la idea del federalismo/confederalismo con derecho a la autodeterminación), se establece el problema de una discusión en el que la mayoría de veces se acaba convirtiendo por desgracia, en un callejón sin salida. Nos pensamos que por decir que una nación no se puede cuestionar, ni tampoco votar (totalmente de acuerdo) de esta forma, podremos convencer al contrario de que defender la nación española, en todas sus vertientes, es la mejor opción para ser un auténtico patriota y persona de honor.

Todas esas frases están muy bien, pero verdaderamente, no convencen al contrario, es más, lo único que hacen en su mayoría de veces, es que se refuercen todavía más, en sus sentimientos separatistas o hispanófobos. Yo mismo, he sido una persona que ha militado durante nueve años, entre el 2008 y el 2017, en diversos partidos o movimientos independentistas o defensores del federalismo plurinacional, desde parámetros de la izquierda indefinida. Como comprenderán, mi recorrido desde el independentismo, hasta abrazar el patriotismo español y defender la hispanidad, no ha sido un camino fácil, y por supuesto, ha sido un camino lentamente progresivo, desde el independentismo, pasando por el federalismo plurinacional, hasta defender ahora mismo una postura patriota totalmente jacobina, opositor de todo nacionalismo fraccionario e incluso del regionalismo (criptoseparatismo).

La pregunta que muchos os haréis, seguro que es la de ¿Por qué dejaste de ser separatista?. Pero verdaderamente, esa es la pregunta más fácil y cómoda de hacer, pues los patriotas vemos en ejemplos como el mío, una muestra de que el separatismo parece una especie de tara mental que se puede curar, pero se equivocan. Si de verdad queremos curar el separatismo, no me tienen que preguntar por qué dejé de ser separatista, si no POR QUÉ LO ERA. Pues en la razón por cual yo me hice separatista/nacionalista/autonomista, no era otra por la cual acabé abandonando (entre otros factores) esta idea del valencianismo, y no es otra que una preocupación constante por la cultura e idiosincrasia de lo que es mi patria. La preocupación de que la cultura con la que he nacido y me ha formado en mi identidad, desapareciese en un magma grisáceo que perdiera la esencia de esa patria chica con la que yo he crecido y me he formado, me impulsó a defender posturas nacionalistas y separatistas.

Hay que entender que el nacionalismo, sea del sentido que sea, fraccionario o unitario, se basan independientemente de ambas, en sentimientos y emociones. Debemos tener en cuenta que cuando estamos combatiendo al separatismo, estamos combatiendo sentimientos, y muchas veces nosotros también sacamos a florecer los nuestros. Por ello, es necesario defender postulados más racionales que hagan entender que el separatismo es en el fondo, una confusión de todos esos sentimientos. Pues cuando yo era independentista, ante todo existía un sentimiento fuerte de arraigo a todo aquello que consideraba »mi nación», mi tierra. Y ante la desaparición progresiva de mi cultura, como suele pasar siempre, le tiras la culpa a tu nación, es decir, a España. No voy a negar, que parte de mi comunión con el separatismo, estuvo también influenciada por un lavado de cerebro de cuando iba al instituto, a través de las clases de valenciano y la matraca cada 25 de Abril de la famosa »Batalla de Almansa», batalla de la cual solo se luchaba por ver quien que casa real se hacía con el poder de la imperial monarquía hispánica.

Era una época también, de plenos gobiernos del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, en las que no había más que pelotazos urbanísticos, que traían consigo la destrucción de nuestras huertas, nuestro mundo rural, estando la corrupción por medio como no. Al final veías, que los únicos que defendían la huerta, eran precisamente los separatistas o grupos más o menos relacionados con el nacionalismo fraccionario como la izquierda indefinida tipo Izquierda Unida entre otros. Lo mismo ocurría con la música popular, los únicos que veías que formaban grupos de música en »valenciano», así como la música folk valenciana, eran en su mayoría separatistas. Hay que reconocer, que ellos han hecho una labor formidable en la llamada »batalla cultural», lo que nos conduce a tener que aprender de este tipo de cosas y lo importantes que son a la hora de la construcción de las identidades nacionales en los individuos, así como de las acciones políticas.

Pero poco a poco, me fui dando cuenta de que el independentismo era un camino imposible e inviable de poder realizar. Y empecé a comulgar con la idea del federalismo o confederalismo, con el debido derecho a la autodeterminación. Creyendo que España, es un país plurinacional, sin nunca pararme a pensar bien que significaba verdaderamente aquello, simplemente lo defendía como algo casi dogmático, como una religión. Esta es la idea que constantemente, repiten tanto los separatistas como la izquierda indefinida hispanófoba, la idea de que España es una »cárcel de pueblos». Pues bien señores, al final te das cuenta de que esta idea es absurda por dos cuestiones: una, que si España es plurinacional, entonces todos los estados nacionales del mundo también lo son, porque casi ningún país es homogéneo culturalmente hablando, pero en cambio parece que España sea la »excepción» de todo el resto del mundo. Y dos, que habría que preguntarse, qué pueblos son los oprimidos por el »Estado Español». Esta segunda cuestión es clave para desmontar esa absurda idea del plurinacionalismo, pues cogiendo a tres o cuatro separatistas, entregándoles a cada uno de ellos un mapa de España político-provincial, y pidiéndoles que pinten o dibujen cuales son esos pueblos oprimidos, te encontrarás como resultado que los tres habrán dibujado mapas distintos. Pues el separatismo o esa absurda idea del plurinacionalismo, que va desde los regionalismos, hasta los separatismos, se basan en coordenadas completamente subjetivas, irracionales, idealistas y opera fuera de toda lógica material, histórica y objetiva.

Con los años, me voy dando cuenta cada vez más, que plantear referéndums, aun defendiendo la plurinacionalidad, era algo absurdo, y que cuestiones como las del »procés» no eran más que cortinas de humo para continuar en Cataluña tapando la corrupción y las políticas del austericidio. Finalmente, después del 1-O del 2017, uno ya se da cuenta de muchísimas cosas. Ya un año y medio antes del 1-O, ya fuí muy progresivamente dándome cuenta de la mitologías y las falsedades históricas y políticas del separatismo. También mi formación ideológica en lecturas como las de Gustavo Bueno, así como una mayor precisión geopolítica, me hicieron entender que el nacionalismo fraccionario es una auténtica farsa e incluso un arma del propio sistema para dinamitar las naciones en pequeños estados, para favorecer así a los mercados financieros e internacionales, deseosos de trocear la soberanía española para someternos a las élites del capitalismo global. Pero ante todo, me di cuenta, de que no es España la culpable de la situación, la llamada castellanización, es decir, expansión de la lengua de mayor prestigio, es un proceso natural que ha ocurrido en todos los estados nacionales del mundo, e incluso previo al nacimiento de la nación política, además de que el castellano también es natural en gran parte de nuestra región desde hace siglos y siglos.

Lo que de verdad está destruyendo nuestro »dassein», no es otra cosa que la subcultura del globalismo, la subcultura de todo un capitalismo transnacional que pretende aplastar y aniquilar nuestras tradiciones culturales, religiosas, etc…para imponerse las lógicas del consumo irracional y la supremacía del dinero, la subcultural del mercado global. Me dí cuenta, de que la cultura valenciana, es, al igual que la catalana, la castellana, la vasca o la gallega, culturas esencialmente españolas, es decir, son las bases, las venas que van construyendo el cuerpo de la hispanidad. Todos somos una misma estirpe e idiosincrasia. Así que mi amor por mi tierra, por mi cultural, por mi lengua valenciana, por las tradiciones populares de mi región, por nuestra historia, etc…forma parte de todo esa gran empresa común llamada ESPAÑA. Y combatir al globalismo, es defender todos nuestros aspectos culturales frente a las imposiciones de otras potencias hegemónicas como EEUU o Reino Unido, es decir, una lucha incesante contra el Imperio del Mar, que es el dominio anglosajón, un dominio basado en el materialismo, la inmediatez, el economicismo y el individualismo. Frente a ello, luchamos con nuestros elementos históricos, propios de una Tasalocracia, nuestra forja cultural basada en la tradición, la comunidad, la tierra, la justicia social o la espiritualidad.

Podría comentar muchísimas más cosas, me dejo en el tintero muchísimas más cuestiones y argumentos para combatir al separatismo, pero tiempo al tiempo iré desgranando las farsas y mitos del separatismo o de los federalistas plurinacionales que tienen como proyecto disolver nuestra unidad nacional. Solo recordar como inicio, que el amor que un separatista siente por su tierra, es un sentimiento confuso, y nuestro deber es mostrarles, que nosotros también amamos nuestra tierra, nuestra lengua, nuestra cultura, nuestro patrimonio y nuestra historia, porque toda ella forma parte de nuestra identidad nacional hispánica. La identidad o apego hacia tu tierra, trasciende mucho más allá de lo que vemos a nuestro alrededor.

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Comentarios

2 Comentarios

  1. Diego

    Bello artículo

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    • Valentia Forum

      Buenas tardes Diego.
      Muchas gracias por tu comentario, esperamos siempre tus aportaciones en nuestras publicaciones.

      Responder

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