Ultimamente la guerra de clases ha regresado bajo una nueva imagen: la guerra generacional. No son pocas las opiniones que culpan a los llamados “boomers” (nacidos en la década de los 60) de los desequilibrios organizativos y económicos de nuestro país.
Lo bien cierto es que estos boomers constituyen ya el grupo más numeroso de la escala demográfica y en cierto modo, la España de hoy ha sido por ellos diseñada. Muchos son beneficiarios del Estado sea por subsidios sea por ser empleados públicos. Por su parte, las generaciones más jóvenes, las que más vienen sufriendo las crisis económicas, dependen en su enorme mayoría de contratos temporales muy inferiormente remunerados a los que percibe una persona de edad superior, sin ayuda pública y sufriendo el encarecimiento de los productos/servicios.
Hasta ahí el análisis es objetivo y los estudios económicos lo constatan como una realidad. No obstante, el problema es aún mayor. Por una parte, el grupo boomer suele ser el más movilizado electoralmente y quienes reciben mayor impacto de la propaganda político-mediática. En consecuencia, debemos plantearnos si las leyes que sufrimos solo son un reclamo para una generación que creció y vivió de forma hedonista y burguesa. Me atrevería también a decir que morirá de la misma manera porque, ¿Quién se va a atrever a reajustar la cuantía (80% de media del sueldo) de las pensiones? ¿Quién se va a enfrentar al grupo que da más votos por hacer las cosas bien?
Podemos seguir enumerando diversas políticas: la ley de memoria histórica interesa esencialmente a personas cuya media de edad ronda los 65 años, personas identificadas con la izquierda antifranquista de los años 70. Las leyes de violencia de género formuladas por el socialismo fueron esencialmente pensadas por las primeras personas que empezaron a beneficiarse (¿?) del divorcio, y a emplear la causa feminista en procesos judiciales de familias rotas. El ecologismo ha sido inculcado en la juventud a través de esa misma generación boomer. La inmigración ha sido impulsada por esa generación en detrimento de sus propios hijos, porque les salía más económico pagar salarios humillantes que las cantidades que ellos percibieron y que su prole merece etc etc etc.
Efectivamente, existe una lucha de generaciones, una que vive a costa de la otra. Pero al igual que nuestra propuesta a la antigua lucha social, no será lanzarse a una guerra entre hermanos, sino defender los lazos de comunidad ante el individualismo y el economicismo que en última instancia son el origen de los males sociales.
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