Penny Mordaunt es una señora del partido conservador británico que, entre otras cosas, quiere suceder a ese juguete roto llamado Boris Jonhson. Penny se viste como Margaret Thatcher, habla como Margaret Thatcher y se dice de ella que es Margaret Thatcher… aunque con vaselina. O sea, Penny pasa o se quiere hacer pasar por una replicante de la aún idolatrada «dama de hierro».
El rotativo londinense «The Telegraph» del pasado sábado día 16, recogía unas declaraciones de señora Margaret Thatcher… ¡perdón!, de la señora Penny Mordaunt en las que, tajante, categórica, enchida de ardor guerrero, afirmaba: “Como primer ministro, daré un paso al frente para liderar la respuesta de Occidente a esta brutal agresión y me aseguraré de que nuestros amigos ucranianos finalmente logren su libertad”. El problema insuperable, Penny, es que la Federación Rusa no es Argentina.
Dicho de otra manera: el enésimo brindis al sol de ese ramillete de políticos tan ridículos como locuaces que se propusieron hacer trizas al zar Putin y es el zar Putin el que nos está haciendo puré a nosotros. Nada nuevo bajo el sol. Ya ha sucedido otras veces a lo largo de la historia de la humanidad.
¿Es el sentir común de todos los británicos? No. De punta a punta, de este a oeste, no veo por las televisiones ni una sola manifestación digna de tal nombre apoyando a la junta neonazi de Kiev. Más bien, los «occidentalitos» (británicos incluidos) nos estamos tomando la cosa sin el más mínimo entusiasmo, con una fuerte dosis de resignación, como si de tragar a regañadientes una colación de tueras se tratase.
No todo es estulticia a lo Penny y a lo Borrell, empero. Hay gente en la pérfida Albión que se lo está pensando seriamente. En el lado opuesto a esa mesnada de políticos gallitos (y gallitas, «of course») están los zorros viejos que, además vienen de cometer errores (¿recuerdan a los tres mosqueteros de las Azores?). Me refiero, lo habrá adivinado, a Tony Blair. Ese mismísimo sábado, en la reunión anual de la prestigiosa Fundación Ditchley, el ex primer ministro británico decía que «el mayor cambio geopolítico de este siglo vendrá de China y Rusia. Estamos llegando al final de la dominación política y económica occidental. El mundo va a ser al menos bipolar y tal vez multipolar», y añadía: «esta es la primera vez en la historia moderna que Oriente puede estar en igualdad de condiciones con Occidente». Blair tine sospechas que Rusia, China e Irán van a ir de la mano y que ese es el sendero por donde va a caminar el mundo las próximas décadas.
El único desliz del análisis de Blair es el de la posibilidad de sacar agua de un pozo seco y, así, trató de llamar a atención sobre una respuesta basada en lo que denominó lacónicamente como «fuerza más compromiso». El problema consiste de dónde puñetas Occidentalandia va a sacar ese mineral tan raro por estos pagos. Porque en Occidente somos, sí, una potencia insuperable en nihilismos, masoquismos, cancelaciones, transhumanismos, wokismos y catecismos LGBTQ+… pero en asuntos de «fuerza y compromiso» andamos más tiesos que un ajo.
No creo que sea lo más acertado llamar «junta neonazi de Kiev» al gobierno del judío Zelenski, sionista y títere del Sistema.