Autor: Jonathan Cook

La opinión pública occidental se quedó con una impresión completamente falsa de la realidad, la de que sólo Hezbollah había puesto en peligro a sus propios civiles, a pesar de que Israel, sin la menor duda, había hecho exactamente lo mismo o incluso peor.

No se podía reconocer la realidad porque entraba en conflicto con las prioridades políticas occidentales que tratan a Israel como un aliado valioso, con un Ejército moral frente a una organización terrorista —Hezbollah— depravada y sedienta de sangre.

Santos y pecadores

Los grupos de derechos humanos que informaron sobre la guerra del Líbano de 2006 se hicieron eco activamente de estas narrativas occidentales que diferenciaban injustamente entre Hezbollah e Israel.

Me encontré envuelto en una disputa bastante agria con la organización Human Rights Watch [HRW], por los comentarios hechos por uno de sus investigadores al “The New York Times”, que afirmaba que Hezbollah había atacado intencionalmente a civiles israelíes, mientras que Israel había evitado en todo momento atacar a civiles libaneses. “Quiero decir —afirmaba—, está perfectamente claro que Hezbollah está atacando directamente a civiles, y que su objetivo es matar a civiles israelíes. No acusamos al Ejército israelí de intentar deliberadamente matar civiles”.

HRW buscó defender esta afirmación a posteriori, pero había dos problemas evidentes.

En primer lugar, su relato no se ajustaba por completo a los hechos conocidos de la guerra. Los ataques de Israel contra el Líbano habían causado un número desproporcionadamente elevado de muertos de civiles, a pesar del uso de armas de precisión. Hezbollah, por el contrario, utilizando cohetes mucho más primitivos, había matado principalmente a soldados, no a civiles.

Pero lo peor de todo es que HRW había atribuido intencionalidades a uno y otro lado, unos eran los buenos y los otros eran los malos. Como escribí en su momento: “¿Estaba él u otro investigador de HRW sentado en uno de los búnkeres militares en el norte de Israel cuando el estado mayor del Ejército decidió apretar el botón para liberar los misiles de sus drones espías? ¿Estaba sentado junto a los pilotos de la fuerza aérea mientras volaban en círculos sobre el Líbano arrojando sus bombas fabricadas en Estados Unidos y ‘munición de racimo’, diminutas minas terrestres que ahora están esparcidas sobre una vasta área del sur del Líbano? ¿Tuvo conversaciones privadas con los mandos militares israelíes sobre las estrategias de guerra a seguir? Obviamente, no. Este señor no tiene más idea que yo de lo que el estado mayor de Israel y sus políticos decidieron qué era necesario para lograr sus objetivos bélicos”.

Los análisis de HRW sólo tenían sentido en un contexto político: que dicha organización se enfrentaba a una enorme presión de políticos y financieros estadounidenses para centrarse en los crímenes de Hezbollah. También se enfrentó a una dañina campaña de difamación dirigida por grupos de presión de Israel que querían proteger a Israel. Acusaron a HRW de antisemitismo y HRW cedió ante la presión, tal como lo está haciendo ahora AI al disculparse por molestar al gobierno de Kiev, y a todos aquellos que están involucrados en la narrativa unilateral que escuchan constantemente de sus propios políticos y medios de comunicación.

Ni HRW en su momento, ni ahora AI, han respondido a un requerimiento en contra.

La realidad es que la opinión pública occidental necesita más, no menos, escrutinios de los crímenes cometidos en las guerras, aunque sólo sea para arrancar la fachada de las narrativas diseñadas para pintar un escenario de de santos y pecadores, narrativas que deshumanizan y que, al fin y a la postre, alimentan más guerras.

Lo mínimo que se necesita para lograrlo es una comunidad de derechos humanos independiente, vigorosa y resuelta, no una comunidad de disculpas.

Fuente: https://www.jonathan-cook.net/2022-08-16/amnesty-apology-ukraine-war-crimes/

Traducción: Juantxo García