Dicen que los agentes de la desinformación —esos seres tan siniestros y repugnantes a sueldo del Kremlin— estamos embarcados en evacuar soluciones simples ante problemas complejos, cuando lo acorde con la Agenda 2030 y, por tanto, verdaderamente democrático, consiste justamente en lo contrario: aplicar soluciones complejas a contratiempos de fácil solución.
Occidentalandia —el Imperio anglosajón al que debemos agregar a Yankilandia y sus súbditos de la OTAN— anda emperrada en prepararse para futuras pendencias. Desde hace mucho tiempo hay personal que sueña con hacer papilla a los “ruskis” y convertir la hoy Federación Rusa en un ingobernable puzzle, con el objetivo de sangrarlos convenientemente. Cualquiera que se haya adentrado en nuestra historia —la de los españoles— entenderá lo que quiero decir. Pero si a nosotros la pérfida Albión y Yankilandia nos convirtieron en bicarbonato sódico, con Rusia la cosa no ha funcionado. Lo intentó por delegación Napoleón y se quedó sin dientes. Lo intentaron, también por delegación, los “idealistas” alemanes durante el siglo XX, y palmaron las Champions de 1918 y 1945.
Estas semanas atrás han aparecido en la opinión publicada declaraciones de jefes militares de la OTAN que nos están estimulando con grageas de ardor guerrero por si un día de estos tenemos que liarnos a tortas. Un general en jefe del ejército británico que atiende por Patrick Sanders, portavoz en cosas militares del “premier” Rishi Sunak, ha hablado de “movilizar a la nación” y de la necesidad de conformar un “ejército civil” para una más que previsible “guerra terrestre”. Por su parte, el presidente del Comité Militar de la OTAN, el almirante holandés —¿se puede decir aún Holanda y holandés?— Rob Bauer, se ha dejado de circunloquios y nos ha advertido seriamente que debemos estar “preparados para responder a un ataque de Rusia” (sic.).
De cómo van a vertebrar y armar la posmoderna cruzada contra esos vándalos de las estepas no nos han dicho ni mu. Tales planes no deben estar al alcance del vulgo “pobre y feliz”, porque —deben pensar— nuestros cerebritos no dan la talla.
Un tal Benjamin Tallis, un sesudo señor que se dedica a elucubrar, entre otras globalizaciones, sobre batallitas sobre papel, considera que los europeos de acá; o sea, los europeos del jardín borrelliano, ni tenemos la materia prima —guerreros— ni equipamiento militar —armas— para enfrentarnos a Moscú. Y añade más: no estamos preparados en absoluto para tamaño “fregao” sin la ayuda del Tío Sam. Y ni aún así.
En verdad, ¿alguien cree que la juventud europea, hedonista y materialista hasta el tuétano, enganchada a las gilipolleces del mundo “modelno”, la PlayStation, los psicotrópicos y el OnlyFans va a dejar, por mucho que le calienten los cascos, a un lado incluso sus trabajillos de mierda y sus patinetes eléctricos para echarle un pulso a la Parca?
Fijémonos en la Ucrania —o, mejor dicho, lo que queda de ella— sumida en la guerra desde hace casi dos años. Pues bien, la más importante de las unidades de Kiev es ahora la conocida como “Batallón Mónaco”; esto es, el integrado por hijos, primos, parientes y demás ralea de los oligarcas y gerifaltes del partido del “clown” Zelenski que, en su día, salieron disparados a la “riviera” francesa para que sean los “pringaos” —convenientemente ebrios de nazismo “woke”— los que se inmolen ante la inmisericorde trituradora rusa.
¿Ofrendar la vida para mayor gloria de Bruselas, Londres o Washington? Si los Sanders, Bauer y demás jefazos de la cosa quieren sicarios, tendrán que echar nuevamente mano del Daesh. Muy crudo. Crudísimo.
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