Esta es la hora en que no sabemos si es una baladronada asustaviejas o, peor aún, una masturbación mental de obligado cumplimiento. A Trump se le ha ocurrido lo de Groenlandia, México y Panamá y todos han empezado a silbar poniendo los ojos en el cielo. En eso lo europeos tenemos práctica: el genocidio palestino, sin ir más lejos.
¿Todos? No. En el primer mundo suele haber algún brote de ardor guerrero de la acreditada ganadería que un día fue imperio y ahora se ha quedado encajonada en una hacienda woke, multirracial y sin más horizonte que languidecer con el ruido de fondo de las tonadillas del tik-tok.
Cuentan algunos pajaritos de la prensa que Jean-Noël Barrot, ministro galo de Asuntos Exteriores, habría intercambiado, semanas atrás, mensajes con sus homólogos daneses sobre un hipotético despliegue de tropas del vecino país en Groenlandia, por aquello de la “defensa mutua” de dos miembros de la OTAN frente a los apetitos de un agresor, que no sólo es miembro del citado pacto, sino que, para más inri, es “il capo di tutti capi”.
A Barrot, que es joven (apenas tiene 41 años, un bebé en las cosas de la política exterior) y tan solo lleva en el cargo desde septiembre pasado, le comunicaron los daneses que que muchas gracias por el ofrecimiento, pero que no estaban por la labor de un despliegue que, caso de que saltase la chispa, provocaría indefectiblemente la quiebra traumática de la OTAN, cosa verdaderamente sacrosanta como usted y yo muy bien sabemos.
Sin la posibilidad de desplegar tropas en Ucrania, sin la posibilidad de hacer lo propio en Groenlandia y saliendo con el rabo entre las piernas de África (Mali, Burkina Faso, Níger, Chad…) a Macron se le escapa la posibilidad de convertirse en lo que siempre soñó: el papel de Napoleoncito. Así, Barrot no tuvo más remedio que dar un paso atrás y quitar hierro al asunto haciendo hincapié en que Francia, en efecto, estaría dispuesta a muchos menesteres de la cosa bélica, pero que el escenario de una irrupción estadounidense en territorio danés le parecía una hipótesis de trabajo ilusoria. Dicho de otra manera: Francia jamás se daría de bruces con el tío Sam. El argumento que Barrot nos presenta —reconozcámoslo— es solidísimo: una pugna entre Francia y USA no sólo dejaría a París en el ridículo más espantoso sino que… ¡colocaría a los europeos solos solitos, nada más y nada menos, que frente a Belcebú Putin!
De todo este ridículo teatrillo se desprenden tres conclusiones, aunque rascando rascando podríamos encontrar alguna más:
Primera. Francia fue uno de los grandes perdedores de la Segunda Guerra Mundial, aunque los franceses parecen no haberse dado cuenta hasta ocho larguísimas décadas después.
Segunda. Si Biden le dijo a Macron que se abstuviera de hacer el ganso en el frente ucraniano y Macron se cuadró ante el abuelete, me imagino que el marido de Brigitte no tendrá muchas ganas de repetir y, menos aún, de provocarle una subida de tensión a Trump.
Tercera. Eso que llamamos pomposamente “Occidente” es un invento de María Sarmiento. Existe USA. Allá, en la cúspide de la pirámide. Y, en la base, los occidentalitos de todo pelaje y condición. Esto es: un sujeto que manda y unos vasallos que obedecemos.
Postdata: Se comenta por ahí, ha salido publicado en cierta prensa carpetovetónica, que Pedro Sánchez, nuestro Pedro Sánchez, podría convertirse en breve en una suerte de “leader” mundial contestatario frente a al trumpismo rampante y sus popes Marcos Rubio, Elon Musk y demás hierbas… Me meo de la risa.
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