Es sabido por casi todos que la llegada de inmigrantes ilegales al archipiélago canario ha aumentado drásticamente este 2020. No vamos a hablar del gasto que genera su estancia. Tampoco del peligro que supone para la salud pública el hecho de que, en tiempo de restricciones territoriales, haya una avalancha migratoria incontrolada. Tampoco vamos a hablar de que mientras algunos españoles no han podido hacerse pruebas PCR, los inmigrante sí han podido, como tampoco vamos a hablar de que los españoles desahuciados se ven en la calle y ellos en hoteles de varias estrellas. Ni siquiera vamos a comentar las informaciones policiales de ASAP que advierten de que muchos inmigrantes llegan a las islas con teléfonos móviles “de guerra” que impiden su geolocalización.
Hoy no hablaremos de moros, sino de “cristianos”, si aun se puede llamar así a los occidentales. Sólo apuntaremos que el mayor peligro para la estabilidad social lo tenemos dentro en los políticos, politólogos, diplomáticos y letrados que o bien están encantados con las “crisis humanitarias” como ellos los llaman, o son unos estúpidos. Recientemente me he encontrado con diversas personas que por su condición de letrados y opositores tienen unos altos conocimientos jurídicos del marco internacional y, sin embargo, estarían de brazos cruzados con la invasión de Canarias. Pacta sunt servanda hasta la muerte. Los tratados internacionales antes que la vida. No pongo en duda sus vastísimo bagaje legal, pero sí acuso a los llamados a ocupar puestos de responsabilidad en la administración del Estado de no tener el más mínimo sentido de la realidad de las cosas.
España está alimentando una generación de diplomáticos afiliados a intereses políticos, no se sabe si por convicción o porque el futuro pinta más fácil en la carrera de puestos y destinos si vas de la mano de un partido. Por lo que he podido comprobar, los que mañana deberán defender los intereses del Estado en un mundo muy complicado, están perdiendo el tiempo en cuestiones que nada preocupan ni a los ciudadanos ni tampoco van en beneficio del Estado. El legalísmo de estos jóvenes les impide ver más allá de sus soberbias narices y no se dan cuenta de que la vida, y más en el marco de la geopolítica es una selva bárbara y no aquel mundo arcoíris de la ONU que se imaginan. Voy a darles una mala noticia: todo va ir mucho peor en el juego de poderes internacionales y ellos no van a estar preparados porque son unos doctos ineptos. En estas condiciones, ojalá nunca aprueben sus oposiciones por el bien (físico y moral) de todos nosotros y de la seguridad del Estado.
Por Diego Martínez.
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