La detención y entrada en prisión del rapero Pablo Hasel por apología del terrorismo reincidente, después de haber sido condenado también por agresión, ha desatado los infiernos en las calles de algunas de nuestras ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, con hordas de ultraizquierdistas quemando contenedores y destrozando mobiliario urbano, mientras se enfrentan a la policía, causando numerosos heridos de entre sus filas, y saqueando comercios.
Los culpables, evidentemente, son los animales irracionales, los perros rabiosos que han perpetrado los actos de violencia, pero no son los únicos. Los políticos que incitan a los salvajes a manifestarse violentamente y que reprochan a la policía su actuación implacable también son culpables. Echenique, Ribó, Baldoví e Iglesias son responsables de esta locura por lo que dicen y Pedro Sánchez lo es por lo que no dice, porque no ha desautorizado a ninguno de los anteriores, pese a tener a uno de ellos de vicepresidente en su gobierno. Pero tampoco son estos los únicos a quienes los dueños de los vehículos y escaparates destrozados tienen que darles las gracias.
Los que reivindican una supuesta libertad de expresión para amparar la apología de la violencia y del terrorismo del rapero en cuestión, libertad de expresión que no conceden al pensamiento verdaderamente disidente, aunque se exprese de un modo irreprochable, son autores intelectuales de estos disturbios.
Quienes propagaron el bulo de que Hasel iba a la cárcel por criticar a la monarquía, cuando en realidad iba por enaltecimiento del terrorismo pidiendo tiros en la nuca y asesinatos con piolets, son culpables. Quienes promueven un cambio en las leyes para despenalizar la apología del terrorismo y alimentan la fantasía de los violentos de estar luchando por una causa justa en lugar de por la impunidad de unos delincuentes también son culpables.
Quienes callaron cuando se encarceló a un hombre por vender libros, quienes callaron cuando se paralizó y, después, destrozó un autobús por decir verdades anatómicas evidentes también son culpables. Los que pedían censura contra millones de votantes de Trump y reclaman ahora la libertad de expresión de un rapero que habla de tiros en la nuca, también son responsables y nos dan un asco infinito.
Quizá ahora que vemos arder nuestras calles y a unos políticos irresponsables incitando a ello podamos entender la enorme irresponsabilidad que fue alentar idéntica violencia en USA cuando fue organizada por los de “black lives matter” con Hollywood, los pilotos de Fórmula 1 y los jugadores de la NBA haciendo el paripé de ponerse de rodillas. Todos ellos son culpables también.
Los que han estado mirando hacia otra parte mientras la kale borroka de los que se dicen antisistema, pero en realidad son los perros rabiosos del sistema, prestos a morder y a destrozar cualquier verdadera disidencia, cualquier discurso verdaderamente crítico con los dueños del poder que son sus amos ocultos, todos los que llevan años alimentando a la bestia son también responsables de esta locura.
Los que han financiado grupúsculos extremistas porque les parecían políticamente correctos y favorables a sus objetivos de toma del poder o de ingeniería social del marxismo cultural o del separatismo antiespañol y todos quienes desde el poder o desde la calle con su voto cómplice y su silencio cobarde lo han permitido, lo hemos permitido, también son, también somos responsables.
Si la ofensiva para que se despenalice la apología del terrorismo aprovechando el caso Hasel y los disturbios provocados por la ultraizquierda tiene éxito y decir que quieres que a alguien le peguen un tiro en la nuca se convierte en algo totalmente legal, en 4 días vamos a estar en una guerra civil perpetua. Y los culpables serán los mismos y, por añadidura, lo seremos todos nosotros si caemos en sus trampas dialécticas y se lo consentimos.
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