Buena la armó Pablo Iglesias al comparar al prófugo Puigdemont con los republicanos frentepopulistas españoles exiliados al final de la Guerra Civil. Quiso seducir a algún separatista catalán de voto indeciso presentándose como más papista que el papa o, en este caso, más separatista que el propio Puigdemont y ofendió a propios y extraños (más, en este caso, a los propios que a los extraños, a los que las tribulaciones de los exiliados les pillan más de lejos).
Se enfadó mucho Iglesias por las críticas recibidas y dijo altanero que él no acepta lecciones de franquistas ni de monárquicos, cuando ni a unos ni a otros les importa un carajo lo que dijo, sino que precisamente a quien ha cabreado con esas declaraciones es a los familiares de los exiliados y a sus propios correligionarios.
Personalmente y aunque tengo familiares muertos en la Guerra Civil en ambos bandos, no tengo familiares exiliados, pero me he documentado sobre ellos para cosas que estoy escribiendo y, ciertamente, su periplo fue terrible, aunque no por culpa de Franco precisamente. De hecho, lo que los demócratas y progresistas franceses hicieron para recibirles en cuanto traspasaron los Pirineos fue… internarlos en campos de concentración…
Algunos terminaron en los servicios de trabajo obligatorio en la Alemania nazi y, entre ellos, unos pocos, incluso, apodados “los berlineses”, fueron “liberados” por los soviéticos… para terminar en sus campos de concentración en el gulag de la fría estepa. Allí se encontraron con los combatientes de la división azul presos que, olvidando la condición de «rojos» de los exiliados, acortaron sus exiguas raciones de comida para que mujeres y niños agrandaran las suyas. Allí se reconciliaron, a miles de kilómetros de su tierra, las dos Españas que Iglesias quiere de nuevo enemistar en provecho propio, mientras admira al régimen criminal que las martirizó a las dos.
Los exiliados huían de Franco, pero no fue Franco quien los internó en campos de concentración. Fueron “los suyos” quienes lo hicieron. De estos “berlineses” cautivos en el gulag soviético, unos pocos lograron regresar a España, agradecidos, tras la pesadilla sufrida en el “paraíso proletario”, de regresar al hogar, pero la mayoría murieron en Rusia, aniquilados de hambre, de frío y de estupefacción, porque aquellos a los que siempre habían admirado, a quienes consideraban la vanguardia del nuevo mundo que se abría camino los maltratasen de aquella manera.
En definitiva y, aunque no me sienta personalmente afectado por el exabrupto de Iglesias, creo, en efecto, que el exilio de los republicanos en la Guerra Civil no admite comparación con el de Puigdemont y que Iglesias sí debería admitir lecciones, sino de los franquistas y los monárquicos a los que tanto detesta, sí de la historia, esa que tanto se esfuerza en ignorar, retorcer y manipular, porque, desde luego, le hacen mucha falta.
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