Sin sentencia judicial y destruyendo lo que llaman “Estado de derecho”, el Consejo de Ministros francés disuelve la organización juvenil llamada “Generación Identitaria”. El colectivo se ha basado en la oposición al proceso islamizador que sufre Francia, en la defensa de la identidad cultural de las Naciones de Europa y en el desprecio al relativismo materialista que se impone tras el trágico mayo del 68.
En ningún momento, y desde su fundación en 2012, ha cometido ilícito penal alguno contra las personas ni contra el orden público. Uno de sus primeros actos fundacionales en 2012 fue reivindicar a uno de los padres de la identidad cristiana europea: Carlos Martel, que en el año 732 derrotó a los invasores musulmanes en Poitiers.
El colectivo identitario, escindido de la ruina moral de la Europa actual, formulaba una denuncia contra las mentiras de Emmanuel Macron sobre el control de la inmigración y la lucha contra la inmigración islámica.
Los socialistas franceses, junto a Macron y los comunistas, habían declarado la guerra a “Generación Identitaria” al considerarlo una amenaza para el estatus multicultural, así como un aldabonazo para el inevitable ascenso del partido político de Marine Le Pen, cuya victoria presidencial parece acercarse en los comicios de 2022.
En abril de 2018, Generación Identitaria lanzó una campaña llamada “Defender Europa”, y centrada en el paso “Col de l´Echelle” de los Alpes (en la frontera entre Francia e Italia). Desplegaron helicópteros y contaron con la ayuda de indentitarios patriotas de otras naciones para denunciar el tránsito indiscriminado e incontrolado de inmigrantes ilegales y musulmanes hacia Francia y por ende, hacia el resto de Europa. Ello les valió ser denunciados ante los Tribunales franceses. Tras dos años y medio de pleito, el pasado mes de diciembre ganaron su apelación. Con lo cual, la líder de la organización, Thais d´Escufon afirmó tener seguridad de “no ser fácilmente intimidados”.
El 18 de enero de 2021, los activistas patriotas franceses se embarcaron en otra acción con el objetivo de comprobar si la frontera con España había sido cerrada en el puerto de “Col du Portillon” en los Pirineos, tal y como había prometido el Prefecto Etienne Guyot, del departamento de Haute-Garonne, el pasado 5 de enero. El Prefecto actuaba en nombre de Emmanuel Macron, el cual había declarado un cierre de la frontera francesa ante el aumento de la amenaza terrorista islámica por medio de inmigrantes ilegales llegados de España desde las islas Canarias.
Treinta jóvenes de Generación Identitaria marcharon al paso de los Pirineos frecuentado por inmigrantes ilegales y observaron cómo sus sospechas se materializaban: no había gendarmes en la frontera. Entre los días 18 y 20 de enero, los jóvenes patriotas, situados en la frontera, alertaron a la Gendarmería sobre la intrusión, en espacio francés, de varios inmigrantes ilegales, que fueron capturados por los gendarmes.
Pese a que Generación Identitaria se había limitado a advertir a los agentes policiales sobre la comisión de un delito por extranjeros: el asalto clandestino a las fronteras, su acción fue criminalizada por la clase política socialista y macroniana. Los socialistas Georges Meric y Carole Delga exigieron al Prefercto francés que pusiera fin a un “acto de fuerza contrario a los valores de la República”. El Prefecto afirmó que llevaría a los jóvenes identitarios a los tribunales. No pudo hacer nada contra ellos, porque en ningún delito habían incurrido.
La operación de los jóvenes patriotas franceses entre los días 18 y 20 de enero fue un éxito: habían logrado poner el descubierto la mentira de Macron, la mentira de su Prefecto y la inseguridad por la que atraviesa Francia ante el tránsito de inmigrantes ilegales sin ningún control policial.
El gobierno de Macron hizo postureo barato cuando desmanteló un par de asociaciones islamistas tras el atentado perpetrado por un tunecino entrado desde Italia y que asesinó en una Iglesia de Niza.
El atentado de Niza y el miedo al arrollador crecimiento del partido Reagrupación Nacional de Marine Le Pen ha llevado a Emmanuel Macron a practicar un discurso falaz que prometía deportar a más de 300 islamistas radicales fichados: más de cien están en prisión y otros “en la calle”. Pues bien: además de no producirse las famosas deportaciones masivas; ¿qué ha hecho Macron todo este tiempo sino mantener en suelo francés, y en cifras reconocidas por su gobierno, a más de 300 islamistas radicalizados y con antecedentes? ¿Por qué no los deportó hace meses? ¿Por qué ha mentido a los franceses con su promesa de controlar las fronteras y las ha dejado abiertas como demostró Generación Identitaria?
La respuesta a ello es sencilla: el presidente francés es un monigote de la banca Rothschild, un niño laureado por el Club Bilderberg y un agente del Foro Económico Mundial donde ha avalado los avances en el “Gran reseteo” para la Agenda 2030: uno de los cuales es convertir Europa en recolector de inmigrantes africanos y musulmanes como “refugiados climáticos”.
Generación Identitaria ha denunciado el terrible engaño de la élite política francesa a los electores al robarles no sólo derechos sociales y laborales, sino al sumergir Francia en la dictadura de las minorías bajo los colores del arcoíris y el “SOS racismo”; dictadura que ha instalado el racismo anti-blanco y la persecución contra los valores seculares de la Familia, el espíritu religioso y la Soberanía nacional.
Generación Identitaria ha destapado la cara tramposa del verdadero Macron: proinmigracionista, antiobrero e islamófilo que sólo hace un discurso “malote” ante el miedo por el irresistible avance lepenista entre los franceses. Por ello, el pasado 26 de enero, el ministro del Interior Gerald Darmainn anunció su intención de ilegalizar al colectivo identitario.
Hace unas horas el colectivo ha sido ilegalizado por el gobierno francés pretextando su fomento del “odio” hacia los musulmanes; su actuación como una “milicia” paramilitar; y la provocación a la violencia contra la inmigración islámica.
El colectivo identitario, que no posee en su haber condena judicial alguna por agresiones ni por asociación ilícita ni por actividad criminal alguna, ha sido disuelto por mandato gubernamental en uno de los países a los que el “mundo libre” exalta como ejemplo de “tolerancia y pluralismo”.
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