La reforma laboral recientemente convalidada en el Congreso era necesaria para saciar a las hienas prestamistas de Bruselas; las mismas que amputaron nuestra Soberanía económica porque Felipe González se lo permitió entregándoles la cabeza de nuestros altos hornos y nuestros astilleros, destruyendo nuestra industria pesada, cercenando a la octava potencia industrial mundial legada por Francisco Franco.
La reforma laboral recientemente convalidada en el Congreso era la exigencia que Úrsula Von der Layen, presidenta de la Comisión Europea, había estampado en la sien del gobierno socialista de España a cambio de unos Fondos de Recuperación que sólo alimentarán las faltriqueras de los sindicatos chaperos, los enchufes políticos, los grupos LGTB y las feministas desgarramantas.
La reforma laboral es una imposición extranjera, cocinada por los comunistas caviar de la Yoli, los sindicatos de los burdeles y la patronal vendepatrias de la llorona Garamandi.
Es el marco normativo idóneo para descomponer toda rebeldía laboral y social que será fagocitada por esos sindicatos de clase, mariscada y Agenda 2030, en cuyo frontis está pactar los despidos colectivos y masivos con que se desarrollará el horizonte siniestro de la transición ecológica y la robotización laboral.
La reforma laboral tenía que ser aprobada porque así lo exigía el mandato extranjero que dicta nuestra política económica desde 1985, que devalúa nuestro mercado laboral, que nos convierte en el arrabal de turistas borrachos y pelotazos especulativos desde que decidimos arrancarnos nuestra Industria y nuestro campo para convertirlos en los mayordomos de Alemania por conducto de Felipe González y José María Aznar.
El PP de Pablo Casado ansiaba tanto como la izquierda una falsa reforma laboral que alegra a Ana Patricia Botín y que satisface a Antonio Garamendi, que sigue haciendo jirones el bienestar de los trabajadores y copiando de la “Anglolandia” liberal la inmunda degradación generalizada de los contratos basura
La izquierda, cuando gobierna, hace digeribles para los obreros las peores mentiras, iniquidades y opresiones. Ese es su papel asignado en el engranaje del capitalismo globalista. Y cuando la aritmética parlamentaria le falle, habrá siempre algún pancista orondo de la derecha estúpida que se equivoque emitiendo el voto telemático…
Un sainete ensordecedor se desarrolla: el voto ‘errado’ del pancista pepero, el supuesto ‘pucherazo’ parlamentario y la verborrea leguleya de las impugnaciones… Y la opinión pública tornada en plañidera de estos verdulerismos politiqueros.
En definitiva, el circo ideal con que distraer tertulias y opiniones mientras se vuelve a apuñalar, una vez más, a la Soberanía y la justicia social.
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