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Sí, sí, sí…nos vamos a París

10/04/2023

Se ha convertido ya en un tópico eso de que España no es un país para comprenderlo… es un país para vivirlo. Si no lo vives en propia carne, no puedes alcanzar el grado de insania que impregna nuestra sociedad.
Hasta hace unos años, la envidia era nuestro pecado capital. La cosa no es que haya cambiado mucho hogaño; pero, eso sí, la novedad es que viene con unas buenas cucharadas de cinismo y estutulticia. Esto es, de jarabe «woke».
El pasado jueves 6 de abril, Pepe Álvarez, nuestro Pepe Álvarez, secretario general del sindicato amarillo Unión General de Trabajadores, decidió que hora era de pisar el asfalto de las calles de París. ¿Con qué objeto? Solidarizarse, en cuerpo y alma, con sus homólogos franceses, que están echando un colosal pulso a Emmanuel Macron, el antiguo empleado de los Rothschild y hoy presidente de Francia —valga la redundancia—, con el objetivo de forzar al gobierno galo a retirar de la circulación la reforma de las pensiones, una reforma de las pensiones que pretende elevar la edad de jubilación de los trabajadores franceses de los 62 a los 64 años de edad.
Y este viaje a París lo ha hecho quien ha consentido, al sur de los Pirineos y a partir del año 2027, una edad de jubilación del trabajador carpetobetónico de 67 años. ¿Ha visto usted alguna barricada en España? Ni una, oiga.
Aquí no pasa nada por una sencillísima razón: los llamados «grandes sindicatos», tanto bajo gobiernos de izquierda, como bajo gobiernos de derecha, viven no de la cuota de sus afiliados y matrimoniados conn las aspiraciones del conjunto de los trabajadores y las clases más desfavorecidas, sino de estar amorrados a las ubres del Estado y tan ebrios de privilegios, que han convertido el sindicalismo español en una perversa copia de los otrora vituperados sindicatos «verticales» del franquismo.
Señores políticos, ¿quieren ustedes gozar de «paz social»? Échenles de comer a los «grandes sindicatos» y tendrán ustedes una legislatura suave, blandengue, pecuaria…
Pero como no hay tropelías sin víctimas —y sin masoquistas ansias de victimización—, bueno será poner sobre el tapete el hecho incontestable que en Francia el trabajador de a pie viene demostrando, desde hace bastante tiempo —los «chalecos amarillos» empezaron a hacerse notar allá por el invierno de 2018—, que está dotado de bolsa escrotal. Acá, al sur de los Pirineos, sin embargo, estamos ocupados con cuestiones de muchísimo calado vital: la nueva criatura de la mamá/abuelita Ana Obregón y las maniobras orquestales del ex árbitro Enriquez Negreira.

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