Hace más de 500 años que los cristianos perdimos Constantinopla, y con ello, la catedral de Santa Sofía, hoy reconvertida en mezquita tras más de 80 años de política laicista que la convirtió en un museo.
Los cristianos no hemos perdido nada aquí más que aquella batalla histórica de la pérdida de Constantinopla. Quien ha caído y fracasado es el laicismo. Lo que me lleva a plantear diversos debates a cerca de esta política.
Como ya he comentado en multitud de ocasiones, yo soy favorable a una política secular, de separación política entre la iglesia y el Estado. Soy partidario de que el Estado debe estar por encima de los asuntos o intereses religiosos, así como tener muy controlado las acciones que pueda cometer el clero en contra del Estado, más si habláramos en un hipotético caso de un gobierno revolucionario. Ya que la Iglesia Católica, a parte de ser una institución espiritual, también es un Estado-Nación, tiene intereses políticos y son pieza clave en numerosas ocasiones dentro del tablero geopolítico, por no mencionar de que en cierta forma (como bien dijo Gramsci), la Iglesia continua siendo una aliada de los bloques dominantes del capitalismo, solo hay que ver los discursos y actitudes del Papa, dando apoyo a las políticas progres del globalismo abrazando los derechos humanos, el multiculturalismo, el aperturismo de fronteras, el ecocapitalismo, etc…
Ahora bien, que defienda un tipo de Estado secular, principalmente aconfesional (no laicista), donde se controle a la Iglesia, no significa que se le deba atacar culturalmente. No significa que debamos impulsar un anticlericalismo vehemente. No significa que debamos convertir los templos en discotecas, museos o centros de skatepark. No significa atacar las festividades y tradiciones católicas que son parte de la base de nuestra civilización hispánica, latina y romana. Y esta parte es, la que muchos partidarios del laicismo tanto históricamente como actualmente, no han tenido en cuenta, algunos con buena intención y otros con peores intenciones.
La modernidad, que nace en 1789 a partir de la revolución francesa, siempre se ha mostrado de forma más virulenta o más laxa, tratar de desplazar la religión a un segundo plano, tercer plano o incluso intentar exterminarla de la vida social. Es por ello, que las principales ideologías de la modernidad, dos de ellas envueltas en la disputa de clases sociales como el liberalismo o el marxismo, y si podemos añadir también al tercer-posicionismo, todas ellas han tratado de buscar y fundar un hombre nuevo, una sociedad nueva, donde Dios a penas tiene sitio, si es que lo tiene en esos nuevos lares. Es por ello, que llegado a este punto actual, con lo que ha ocurrido ahora en Turquía, se vuelve a evidenciar una vez más, el estrepitoso fracaso de las políticas laicistas que históricamente, siempre han tratado de desplazar a la religión (sea la que sea) y han acabado siempre en numerosos fracasos.
Como ya he comentado en alguna ocasión, la política de »ateísmo de Estado» llevado a cabo por gran parte de los Estados Socialistas, tanto en los históricos como en los actuales, han acabado fracasando. En la mayoría de las ex-repúblicas comunistas, una vez caído esos regímenes, ha florecido una defensa fuerte y férrea de la identidad religiosa. En los países actualmente comunistas como China, Cuba, Vietnam, Corea del Norte, Vietnam o Laos, han tenido que ceder ante los elementos culturalmente religiosos. En Cuba la Iglesia Católica ha recobrado protagonismo en la sociedad cubana, e incluso la semana santa y las navidades se han convertido en festivos en la isla caribeña con régimen comunista. En China se han introducido cada vez más, elementos confucianistas y taotistas dentro del gobierno y de su planificación política y económica. O podríamos hablar como el chondoísmo pega muy fuerte en la ideología juche norcoreana.
En la guerra civil española, vimos como el anticlericalismo vehemente del bando republicano, en especial de los sectores trotskistas del POUM y de los anarquistas de la CNT, provocaron un rechazo enorme por parte de los sectores populares españoles hacia el bando republicano y dando apoyos cada vez mayores al nacional-catolicismo de Francisco Franco. Podemos también comentar el fracaso de la política anticlerical mexicana en los años 20 y que provocó las guerras cristeras.
Incluso en países con una política secular ejemplar, como es la Siria tercer-posicionista, del Partido Baaz al mando de Bashar Al-Assad, estos no han conseguido progresar al conjunto de la sociedad siria en la materia religiosa. Pues el ISIS, aunque sean una creación de los EEUU-Israel, no aparecen tampoco de la nada, el ISIS, al igual que Al-Qaeda en la guerra de Afganistan contra los soviéticos, estas facciones islamistas yihadistas, surgen de las sociedades rurales donde las ideas de progreso, socialismo, nación, etc…no han inoculado mucho en estas amplias zonas rurales, donde impregna mucho más la sharia, la tradición islámica y otros elementos más reaccionarios.
E incluso en nuestra sociedad occidental, a pesar de la progresiva regresión del cristianismo (católico o protestante), a través de toda una política de ingeniería social que acaban promoviendo una especie de »cristianofobia», lo que vemos no es un aumento del ateísmo o el gnosticismo si nos ponemos. Lo que vemos es, que donde va desapareciendo una religión, viene otra que la sustituye. Lo vemos continuamente en Francia con el auge del islamismo. Lo vemos en el crecimiento cada vez mayor de sectas religiosas o espiritistas relacionadas con el New Age, la astrología o la parapsicología. O como allá donde desaparece la religión, los hombres la sustituyen convirtiendo sus ideologías en religión, el hombre moderno occidental, abducido por el idealismo acaba adorando al dinero, a su ideología política alabándola de forma mesiánica (sea el comunismo, el liberalismo o el fascismo). Cataluña es un ejemplo de como al mismo tiempo que es una de las regiones españolas donde menos peso tiene la Iglesia Católica, en esta región a su vez crece el islam, y parte de la sociedad catalana alaba el Procés independentista como una especie de meta mesiánica.
Creo, que todos aquellos que partimos de ideas políticas donde es necesario separar la religión del Estado, debemos ser conscientes de esta realidad. No podemos ver la religión eternamente como algo de retrógados, oscurantista o alienante (actualmente es más revolucionario un católico practicante, que un posmoprogre que milita en Unidos Podemos y se papa todas las series progres de Netflix). Debemos volver a abordar el tema de la cuestión religiosa de forma prudente, sin caer en supremacismos morales, sin desprecios o subestimando el poder de las religiones. Las religiones son algo más que su clero, esté corrompido o no, las religiones son una parte crucial introducida en las diversas bases de todas las civilizaciones que hay en la Tierra. Atacar a la cultura y la tradición venidas de la religión pueden hacer caer y fracasar proyectos revolucionarios o de transformación política. No hablo de convertir un Estado en una teocracia o un Estado confesional, sinó de volver a debatir y mirar otras perspectivas, asumiendo el tremendo fracaso de todas estas políticas.
Para finalizar, otro aspecto a tener en cuenta, es hasta que punto el laicismo o secularismo, es más asimilable en el conjunto de las culturas cristianas u occidentales, y hasta que punto lo es en las sociedades de tipo islámicas. Pues algo me dice, que el Islam, demuestra ser totalmente incompatible con los principios ilustrados y judeo-cristianos de las culturas o sociedades occidentales. Recordemos que el Islam, es algo más que una religión, es también una concepción política, e incluso la mayoría de países islámicos no han asumido la farsa de la declaración de los derechos humanos, asumiendo en su nombre, los derechos islámicos.
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