Aprovechando la festividad del Viernes Santo, en que recordamos la crucifixión de Jesucristo, queremos compartir con vosotros unas reflexiones:
España tiene un vínculo cultural con el catolicismo evidente. Ya dijo Menéndez Pelayo aquello de que los españoles eran capaces de “entregar a la Iglesia romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía” con la evangelización de América, que fue una gesta espectacular. Además de eso, España salvó dos veces a la Iglesia en el mismo siglo, frente al turco en Lepanto y frente a la herejía protestante en Trento. Sin España el islam hubiese conquistado toda Europa, y de igual modo, sin España, el protestantismo hubiera destruido a la Iglesia Romana. El mundo sería entonces, objetivamente, un lugar peor, más frio y cruel, porque la fraternidad y el perdón, antes considerados debilidades, integran ahora nuestra sensibilidad colectiva gracias al ejemplo de Cristo. Además, filósofos ateos como Gustavo Bueno reconocen que el catolicismo salvó la razón frente al totalitarismo islamista y al irracionalismo protestante. Sin contar con que, para los que somos creyentes, la expansión del catolicismo significa la salvación de millones de almas.
Considerada así la cuestión, es un indudable motivo de orgullo, para cualquier español cristiano, pero también para cualquier compatriota que no lo sea, la tradición de defensa de la Cristiandad que nuestra nación ha portado como estandarte de sus mismas esencias. Aunque el abandono de la herejía arriana por los visigodos es un claro antecedente, es en la Reconquista, donde se fragua esa vocación de servicio, que tanto nos ennoblece, y que puede ser reconocida incluso, insistimos, desde otros posicionamientos espirituales distintos. Citamos a Pio Moa para entenderlo mejor:
«España se había reconstruido en pugna con Al-Ándalus, partiendo de unos mínimos núcleos de resistencia, y es quizá el único país del mundo que, habiéndose islamizado en gran medida, volvió al cristianismo y a la cultura europea, ajena a tal experiencia; aunque beneficiaria de ella, pues España, con su reconquista, constituía una línea avanzada de defensa del continente.
Esa lucha, de por sí muy ardua, lo fue más con la escisión protestante y las guerras consiguientes entre cristianos. También entonces tomó el país sobre sí la defensa de lo que consideraba la unidad cristiana, tanto en el campo político y militar como en la promoción de la Reforma católica, culminada en Trento. La unidad cristiana urgía tanto más a los españoles frente a un islamismo a la ofensiva, pero no lo apreciaban de igual modo los ‘herejes’, que sentían la amenaza musulmana mucho más remota, al no encontrarse en primera línea ni sufrir directamente sus embates.
Es más, los protestantes buscaron permanentemente la alianza con los turcos para atacar a la católica España cuya lucha en dos frentes, agotador cada uno, se complicó en sumo grado. Peor: la católica Francia aunó su fuerza con la otomana y a veces con la protestante, convirtiéndose en una verdadera plaga para el esfuerzo hispano».
Ello explica perfectamente que se hablase de España como «martillo de herejes» o «espada de Roma», o que se añadiese el apelativo de «Católicos» a los reyes Isabel y Fernando, que se les permitiese entrar bajo palio a las catedrales (costumbre extendida a los Jefes de Estado, que ejerció Franco y que dio pie a críticas de incultos), que se incorporase el Águila de San Juan a las enseñas españolas y un largo etc. de honores que sólo pueden ofender a ignorantes o a fanáticos anticristianos.
La extrema coherencia en la defensa de la fe católica de la nación española, apostando por la contrarreforma, o lo que era lo mismo por la unidad del cristianismo, la integridad de Europa y la espiritualidad, frente al materialismo economicista que la reforma traía, y que culmina en la crisis de valores actual, llevó a los enemigos de esta fe a serlo también de España. «Los españoles son más papistas que el Papa» solían decir como crítica, que en el fondo encerraba un halago. La evangelización del nuevo Mundo, la calificación como cruzada de nuestra guerra civil… Toda nuestra historia aparece ligada a esta realidad.
¡Feliz Viernes Santo a todos y feliz Pascua de Resurrección!
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