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¿Se puede ser conservador en el S. XXI?

30/10/2020

Hace unas semanas, vi en youtube un directo/conversación entre la youtuber Una Alienada con el periodista liberal Fernando Díaz Villanueva (uno de los pocos liberales españoles que me parece interesante escuchar con atención aun con mi distancia, discrepancia y antagonismo ideológico con él). Hay una parte de ese directo, en el que hablaron sobre las contradicciones de toda esa gente conservadora o reaccionaria en lo moral, que repiten sin cesar ese lema de »odio eterno contra el mundo moderno». Un lema que impulsó mucho la organización neonazi »Hogar Social Madrid», pero que también es usado por otras organizaciones o asociaciones políticas y culturales de cuño tercer-posicionista o tradicionalista que operan en territorio español.

En este punto, Fernando Díaz Villanueva, dijo que toda esta gente que tanto se queja de los progres y del mundo moderno, actúan igual que los progres o incluso más. Su argumento era que no se puede oponerse al mundo moderno y al mismo tiempo utilizar internet, vestir con ropa propia de nuestra época o hacer tantos discursos pro-familia y al mismo tiempo ser soltero y disfrutar de la vida de soltero sin intención de querer tener hijos. Efectivamente, este discurso que emplea, es el mismo discurso liberal que se utiliza también contra los comunistas cuando tenemos móvil o utilizamos redes sociales que surgen gracias a las propias dinámicas evolutivas del capitalismo y su desarrollo tecnológico (del cual esto tampoco es incompatible con las experiencias históricas y actuales del socialismo real, como el desarrollo tecnológico de la URSS o la República Popular China).

Hay algo muy propio entre los liberales, y es creerse que su ideología apenas tiene contradicciones solo porque es la ideología dominante. Pero lo cierto es, que el liberalismo tiene tantas contradicciones (o más) como el resto de ideologías políticas, cómo pueden ser el marxismo o el tercer-posicionismo. Pues del mismo modo que no podemos escapar del posmodernismo y que formamos parte de él como muy bien afirmó Fernando Díaz Villanueva, al igual que tampoco podemos escapar del mundo capitalista, tampoco los liberales pueden escapar de que exista el Estado y su arbitraje para regular el mercado y la propiedad privada (sin Estado, la propiedad privada no tendría sentido). Pues también es una contradicción enorme, ver a liberales chupando del bote del Estado, acudiendo a las urgencias de un centro sanitario público, estudiando en un centro público o utilizando tecnología producida por empresas públicas chinas. La contradicción no es algo malo en si, ni destruye una ideología política, todo es una cuestión de pragmatismo. Pero eso sí, una cosa es que existan ciertas contradicciones y otra que tu proyecto política se fomente en cien mil contradicciones vergonzantes, como en las que se construyen los proyectos políticos con tintes populistas como Vox o Podemos.

Dejando claro esta contradicción, vayamos al meollo del asunto. ¿Se puede ser conservador en un mundo dominado por la moral y la mentalidad compleja del posmodernismo?. Mi respuesta es SÍ. Del mismo modo que se puede ser comunista en un mundo dominado por el liberal-capitalismo. Es de hecho algo curioso, como muchos progres »anti-capitalistas», actúan igual que los liberales, cuando a un conservador o tradicionalista, le dicen que es un hipócrita cuando este sujeto se define como conservador, pero mantiene relaciones homosexuales o abiertas, escucha música moderna, viste igual que todo el mundo o le gusta la cultura popular. Y quizás, este hecho no es tan contradictorio como parece, sino que obedece quizás también, a errores cometidos por los propios conservadores (igual que los »comunistas» que se autodefinen como »anti-capitalistas» y »anti-consumistas», cuando en una sociedad socialista orientada hacia el marxismo, el mercado, la propiedad privada y la sociedad de consumo no desaparecen).

Estos errores se deben, a que estos sujetos, muchas veces proclaman abiertamente su hostilidad hacia las costumbres y modos de vida que nos ha tocado vivir en nuestra época, cuando son costumbres de las cuales nadie puede escapar por mucho que uno quiera. Nosotros vivimos en lo que podemos llamar sociológicamente como »capitalismo tardío». Una de las características del sistema capitalista en el que vivimos ahora, ya no son solo los problemas de las desigualdades sociales o la rapiña del capital contra lo público y los derechos sociales, es también sobretodo un acompañamiento de degeneración cultural. Sí, absolutamente todo está degenerando. Cuando ya no queda nada más que mercantilizar, ahora entramos en una etapa donde se quiere legalizar la prostitución, las drogas o los vientres de alquiler. Al mismo tiempo observamos, como las dificultades económicas impiden ya no solo poder independizarse a los venti y pico de años, sino que tampoco puedes formar una familia. El auge de las ideologías posmodernas en el mundo capitalista dominado por los EEUU, no se tiene que separar de la rapiña neoliberal sufrida en estas últimas tres décadas, ya no solo eso, sino que tanto la una como la otra se necesitan mutuamente y se retro-alimentan. Y esto es algo que quizás, Fernando Díaz Villanueva se le olvidó decir (o quizás no, porque esto ejemplifica una de las contradicciones de los liberales).

De todas formas, los progres también son víctimas de esa misma contradicción o hipocresía que tanto asocian a los conservadores. Pues no son pocos los casos conocidos, de progres que ante los cuatro vientos proclaman el respeto hacia la mujer o contra el racismo, y luego en sus vidas privadas son los más machistas o los más racistas si nos ponemos. El problema se debe principalmente a esa especie de superioridad moral que no solo es común entre los progres, también lo es entre muchos conservadores que se auto-proclaman como »puros» e »impíos» ante el pecado mortal de la posmodernidad. Y la realidad es, que de la misma forma que nadie escapa al capitalismo, nadie escapa de la degeneración cultural de nuestro tiempo.

Por lo tanto, el debate no es si se puede o no se puede ser conservador por el mundo en el que nos ha tocado vivir, el debate debe ser como vivir con ello. Y lo primero que debemos asumir todos, es que como bien afirmó Fernando Díaz Villanueva, »todos somos hijos de la posmodernidad y todos tenemos problemas que son propios del 2020, no del 1670». Debemos reconocer, que en la medida de nuestros gustos, posibilidades y vivencias, todos los conservadores hemos »pecado» de posmodernos. Los gustos y mentalidades en la que nos hemos criado ya no son las mismas que las de nuestros abuelos, por ello muchos actualmente han podido presumir de tener una vida muy hedonista con todo tipo de diversas experiencias sexuales y hemos podido gozar de cierta individualidad (consumo de drogas, consumo de cultura popular, etc.), que igual en la etapa de nuestros abuelos era muchísimo más difícil de poder llevar a cabo.

No es un problemón, ni es una degeneración en si, que alguien quiera ocasionalmente consumir drogas blandas como la marihuana, hacer sexo en grupo, tener experiencias homosexuales, querer vivir a tu puta bola o practicar cualquiera de las siete artes bajo prismas propios de nuestra época. El problema y vuelvo a decirlo, es proclamar tu hostilidad a todo eso cuando en tu vida privada lo cometes, y el problema no es hacerlo, el problema es no aceptar que tu, yo y todos nosotros somos hijos de nuestra época y querer erigirte en una especie de altar de la superioridad moral puritana.

Pero entonces diréis ¿Bueno Aitor, y entonces, si tanto somos hijos de la posmodernidad y no podemos escapar de ella y debemos aceptarlo, como demonios podemos ser conservadores entonces?- Fácil, uno dejarse a un lado la superioridad moral y segundo, asumir el discurso de que aunque es cierto que nos tienta mucho ese estilo de vida hedonista y posmoderna, la realidad es que al final, todos queremos formar una familia. Dedicar nuestra vida a una persona que tanto nos hace sentir tan especial y que quiere compartir un proyecto de vida contigo. Que a pesar de que nos guste tanto la música popular, también nos preocupemos por mantener nuestras tradiciones, nuestro folclore y apreciemos la música clásica de nuestros ancestros. Que protejamos nuestra identidad, nuestra historia y nuestra cultura tradicional. Que seamos conscientes que las drogas no son un buen camino para nadie si se hace un abuso de ellas. En definitiva, defender aquello que como conservadores, no queremos que se pierda, y que sabemos a ciencia cierta, que a la larga es lo positivo en un ser humano. Es decir, que puede que esté muy guapo, muy guay, tener una vida donde cada fin de semana te tiras a una, vas a alguna orgía que otra, te vas a tomar cervezas con los colegas siempre que puedes, te fumas algún ‘porrete’ que otro o quieres estar siempre haciendo lo que te de la gana sin que nadie te rechiste, puede que todo eso te suba la autoestima continuamente. Pero lo que ocurre es, que eso lo podemos hacer ahora porque somos jóvenes. ¿Pero qué ocurre cuando tienes 50 años, ya no tienes el mismo aspecto que cuando tenías 25 o 30 años?. Pues ocurre que en la mayoría de casos, muchos se arrepienten de llegar casi a la vejez absolutamente solos, saliendo cada fin de semana a un pub o discoteca (en ese momento de puretas) a ver si encuentras ese amor en el que puedas morirte a su lado y no morirte solo en el cuarto de un hospital o tirado en el suelo de tu casa durante días por causa de un infarto, teniendo que ir la policía a tirar la puerta abajo porque los vecinos se quejan de lo mal que huele tu piso a causa de que te pudres solo en tu casa, muerto.

En resumen, ser conservador hoy es defender que la vida hedonista puede ser buena a corto plazo y siendo joven, pero la vida más conservadora es más reconfortante a largo plazo. Porque te permite una estabilidad emocional, formar una familia, dejar una descendencia o una herencia para tus seres venideros. Apartemos la superioridad moral, aceptémonos como somos y preocupémonos por no perder nuestra conexión con los valores positivos que pudimos tener en el pasado, es nuestro legado y debemos preservarlo ante el continuo avance y progresiva decadencia de este capitalismo tardío.

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